Edgardo D. Rolla. Médico Ginecólogo. |
Infertilidad, Subfertilidad y Esterilidad
Introducción y Definiciones Antiguamente se definía por “infértil” a quién embarazaba y perdía los embarazos, y como “estéril” a quienes no lograban el embarazo. Como verán un poco más adelante, el concepto de esterilidad es mucho más severo que el de infertilidad, y – al final del día – para quién busca un hijo, embarazar y perder el embarazo o no embarazar es lo mismo, pues en ambos casos el objetivo final se frustra. Es posible que en nuestra sociedad, hace no tanto tiempo, cuando la mayoría de las mujeres se casaba sobre el final de la adolescencia, la infertilidad fuera un evento menos frecuente. Los cambios culturales experimentados en las últimas décadas – y más especialmente en este siglo XXI – han determinado que se establezcan otras prioridades, a los veinte y a los treinta, postergando la búsqueda del embarazo para la cuarta década de la vida, esto es, más allá de los treinta años de edad. Innumerables cuestiones transcurren en todo ese tiempo, muchas de ellas vinculadas a la salud reproductiva. Por ejemplo, infecciones ginecológicas, alteraciones hormonales (como el hipotiroidismo), lesiones testiculares (como las vinculadas al varicocele y los traumatismos), o enfermedades silenciosas – como la endometriosis. Muchos autores – en especial anglosajones – prefieren el nombre de Subfertilidad para designar a la condición en la que no se logra el embarazo. Podemos decir entonces que, de alguna manera, “subfertilidad” e “infertilidad” son sinónimos, si bien desde un punto de vista técnico estricto guardan algunas diferencias. Ambas denominaciones confrontan a la de Esterilidad, denominación reservada exclusivamente para aquellos individuos que no tienen ninguna posibilidad de concebir. Por ejemplo, una mujer a la que se le haya extirpado los ovarios y el útero, o un hombre castrado o afectado de una enfermedad que haya dañado total e irreversiblemente sus testículos. En nuestros tiempos – en el mundo occidental, una de cada siete parejas experimenta dificultades a la hora de lograr un embarazo. Los tiempos que las mismas se toman antes de encarar un estudio diagnóstico, por lo general, son los que ellas mismas se permiten. No todas las personas y/o las parejas tienen el mismo enfoque acerca de tener hijos. Para muchas, es una cuestión vital, de importancia suprema, que no admite dilaciones. Para otras, “algo más” junto a otras problemáticas, como las laborales, las económicas, etc. La edad, más tempranamente la de la mujer, y una década más tarde, la del hombre, son determinantes trascendentes a la hora de buscar el embarazo. El problema social que presenta el embarazo adolescente no necesita introducciones. Es que, justamente, en la adolescencia, la casi totalidad de las personas son fértiles, tanto hombres como mujeres. La evidencia marca la impronta negativa que tiene el “factor edad” en Medicina Reproductiva: los 36 años para la mujer, y los 45 o 50 para el hombre, son limitantes que no pueden ignorarse. Esto no quiere decir que una mujer no pueda concebir más allá de esa edad. Hay mujeres que embarazan sin problemas a los 45 o a los 50 años. Son pocas quienes buscan un hijo a esa edad, pero la experiencia muestra que la mayoría tiene dificultades significativas para lograr el embarazo más allá de los 40/42 años de edad, así como el mismo sea evolutivo, esto es, que culmine en el nacimiento del tan ansiado hijo. Quién padece trastornos del ciclo menstrual, quién ha tenido un diagnóstico previo de endometriosis, o un aborto provocado e infección o hemorragia posterior, no debería esperar ni doce ni seis meses. En esos casos es oportuna la consulta al especialista en Medicina Reproductiva ni bien se decida encarar la búsqueda de un hijo. De la misma manera, y solo a la manera de ejemplo, un hombre que ha sido tratado en su juventud con quimioterápicos (drogas anticancerosas) debe consultar precozmente cuando decida ser padre, al igual que aquél que padece varicocele. En la mujer se reconocen distintas causas, agrupadas por los médicos bajo el nombre de “Factores”. Factor Anatómico
Factor Peritoneal ó Tuboperitoneal Las trompas enfermas – hidrosalpinx, piosálpinx, obstrucciones tubarias – por lo general no permiten el embarazo. En caso de ocurrir, se asocian a una mayor incidencia de embarazos ectópicos , esto es, localizados – por ejemplo – en el interior de las trompas.
Factor Endócrino El estudio de este factor incluye determinaciones hormonales en sangre, que deben ser hechas en el día 2 ó 3 del ciclo (el 1° día del ciclo menstrual es el primer día de menstruación fluida – no el sangrado escaso previo que presentan algunas mujeres). Es importante realizarlo a las 8 de la mañana, luego de 15 o 20 minutos de reposo sentada en la sala de espera del laboratorio para eliminar el factor stress.
Para saber si hay ovulación en un ciclo determinado, se puede recurrir a tres alternativas diferentes: 1) dosar la progesterona en sangre en los días 21 a 24 del ciclo menstrual 2) realizar ecografías transvaginales seriadas para comprobar el crecimiento de los folículos del ovario y luego de la ovulación la presencia del “cuerpo amarillo”. 3) controlar diariamente la temperatura basal a lo largo de todo el ciclo menstrual y dibujar la curva (la temperatura rectal matinal supera los 37° luego de la ovulación).
La toma de la temperatura basal debe realizarse a la mañana, antes de realizar cualquier movimiento (se debe “bajar” el termómetro a la noche y dejarlo a mano sobre la mesa de luz). Solo es válida la temperatura rectal. Se debe observar en el registro del termómetro el tiempo requerido (los hay de 1'30” y otros de 3”), o bien esperar el sonido de la alarma si es electrónico. En los casos en los que se presentan signos de exceso de hormonas de tipo masculino, se realizan determinaciones hormonales que miden la actividad de las glándulas suprarrenales, etc. En la actualidad, debido a que muchas pacientes consultan por infertilidad más allá de los 35 años de edad, resulta oportuno en algunos casos investigar la “reserva ovárica”, esto es, en que condiciones se encuentra el ovario en ese momento de la vida. Para ello contamos hoy con el análisis de dos “hormonas”, la hormona antimulleriana y la inhibina B , que si bien no pueden dar un diagnóstico de certeza, ayudan eficazmente a los profesionales a identificar a aquellas pacientes con menores posibilidades de ovular y/o lograr un embarazo y/o un embarazo evolutivo.
Factor Coital Se estudia realizando un análisis del moco cervical al día siguiente de una relación sexual nocturna o por la tarde, luego de una relación sexual matinal. Si los espermatozoides no se encuentran el la muestra de moco cervical estudiada bajo el microscopio, o si los mismos son escasos, o si no se mueven activamente, se está en presencia de un factor costal – también denominado factor cervical por algunos autores. El problema puede radicar en el moco cervical – escasa cantidad, infección crónica, día del ciclo inadecuado para realizar el estudio, etc., ó en el semen. Si el moco es escaso, es posible que mejore el estudio si se lo realiza nuevamente un par de días más tarde, sobre la ovulación. Si tiene elementos que puedan hacer sospechar una infección, se deberá solicitar un cultivo del mismo. El semen puede estar alterado – poca cantidad, pocos espermatozoides móviles, pocos espermatozoides normales, infección, presencia de autoanticuerpos contra los espermatozoides, etc. , o bien existir un defecto en el coito que impida que los espermatozoides sean eyaculados contra el cuello del útero.
Factor Infeccioso 1) Estudio bacteriológico (cultivo) de flujo y de moco cervical 2) Cultivo de semen Otras infecciones sistémicas, como la tuberculosis, la sífilis, el SIDA, las hepatitis, etc., que también pueden en ocasiones comprometer la fertilidad, deben estudiarse clínicamente.
Factor Masculino La determinación de la infertilidad masculina es sencilla – si bien no exenta de traumas psicológicos en algunos casos. Solo se requiere una muestra de semen para su análisis en el laboratorio biológico. Se considerará el volumen de la muestra, la cantidad de espermatozoides presentes, su movilidad (la capacidad de trasladarse de un lado a otro lenta o rápidamente), la cantidad de espermatozoides vivos y – muy especialmente – la proporción de espermatozoides de formas normales. Otras determinaciones incluyen el análisis de los componentes químicos del semen, y la constatación o el descarte de la presencia de varicocele mediante el examen físico y/o la ecografía testicular y doppler de cordón espermático. En casos severos, se puede realizar una vasodeferentografía (radiografía contrastada de los conductos deferentes por los que llegan los espermatozoides al exterior) y eventualmente una biopsia testicular.
El ICSI (una forma compleja de procedimiento de fertilización asistida de alta complejidad – fertilización in vitro) se emplea para el tratamiento de las parejas que presentan un factor masculino severo por tener el semen escasos espermatozoides normales. Recientemente se comprobó que, aún realizando esta técnica, el número de embarazos evolutivos (los que finalmente culminan en el nacimiento del muy ansiado bebé) era menor al esperado. Dos técnicas de laboratorio recientemente implementadas en nuestro país han dado una respuesta a estos pacientes: 1) el test del túnel 2) el dosaje de la Caspasa III activada No es un estudio de rutina y solo un experto en Medicina Reproductiva que analice detenidamente todos los factores que hacen a la infertilidad de una determinada pareja, o luego del fracaso de un procedimiento de ICSI, puede indicarlo.
Factor Psicológico Como resultado de esa experiencia, me permito pensar que solo en algunos casos particulares los problemas psicológicos personales pueden generar infertilidad. Más frecuente es cuando la problemática es relacional, de la pareja. Otra cosa es el trastorno psicosocial que la infertilidad genera a quienes la padecen. Es por ello que los especialistas en infertilidad deben actuar no solo como reproductólogos si no también como psicólogos, o bien trabajar (idealmente) en forma interdisciplinaria, incluyendo profesionales de la salud mental y social en su equipo terapéutico.
Factor Iatrogenía Por el contrario, ignorarla y demorar su control, por lo general resulta en una obligada infertilidad. En el mundo se ha constatado – a través de diferentes encuestas evaluadas por la World Endometriosis Society – un retraso de entre 3 y 7 años para el diagnóstico de esta enfermedad. La diferencia entre un diagnóstico oportuno o uno tardío puede ser la imposibilidad definitiva de lograr un embarazo, aún recurriendo a técnicas de fertilización asistida de alta complejidad. Muchos ginecólogos generalistas no piensan en las enfermedades que – tratadas tardíamente – pueden complicar severamente el futuro reproductivo de sus pacientes. Desde las sociedades científicas se procura alertar al “gremio médico” acerca de que la infertilidad debe ser encarada siempre con premura, sin demoras. El dolor menstrual, un quiste de ovario que persiste más allá de tres ciclos menstruales, el antecedente de una infección pelviana, un aborto provocado previo, etc., son motivos de urgencia diagnóstica, en especial cuando la mujer ya cumplió los treinta años de edad, mucho más urgente si ya tiene 35, y casi debería considerarse una emergencia si paso los cuarenta. La Laparoscopía Durante mucho tiempo – y aun hoy en algunos círculos – se la consideró una técnica diagnóstica obligatoria en la consulta por infertilidad. La generalización de los procedimientos de fertilización in vitro hizo que muchos profesionales – y destacados centros de fertilidad – a lo largo y ancho del mundo, la relegaran a casos especiales. Si bien es posible que no todas las pacientes infértiles la requieran, lo cierto es que, gracias a la laparoscopía quirúrgica, muchas mujeres logran el embarazo en forma espontánea y natural, sin tener que pasar por la traumática experiencia de un procedimiento de reproducción asistida de alta complejidad. Quienes realizamos ambas técnicas – cirugía laparoscopía y fertilización in vitro – sabemos de sus ventajas y cuando indicarla o cuando descartarla. En los foros científicos se ha rescatado recientemente su importancia, asegurándose que – estadísticamente – muchos de estos procedimientos se hubieran obviado si se hubiese indicado una laparoscopía en primera instancia.
He querido resumir aquí mi experiencia de muchos años en el campo de la medicina reproductiva y la cirugía laparoscópica. Lo expresado es fruto de mi desarrollo profesional. Puede diferir de los pensamientos de otros colegas iguales o más experimentados. Como en todas las cosas de la vida, “ cada maestro tiene su librito ”. |