Se discute si los trastornos psicológicos personales ó de la pareja pueden ser causa de infertilidad ó no. He participado activamente durante muchos años – como organizador y primer Coordinador del Grupo de Interés en Aspectos Psicosociales de la Sociedad Argentina de Esterilidad y Fertilidad, y luego como miembro Fundador del IICO (International Infertility Councelling Organization) – vinculado al IFFS (International Federation of Fertility Societies) – en la discusión y el análisis de los vínculos entre los problemas psicosociales y la infertilidad.
Como resultado de esa experiencia, me permito pensar que solo en algunos casos particulares los problemas psicológicos personales pueden generar infertilidad. Más frecuente es cuando la problemática es relacional, de la pareja. El stres laboral o relacional puede afectar la ovulación en la mujer y la producción de semen normal en el hombre. Son cuestiones transitorias, que pueden ser tratadas eficazmente por las distintas variantes del psicoanálisis y otras técnicas psicoterapéuticas. Muchos logran superar esas situaciones mediante el yoga, la meditación y otros recursos similares. Alejarse, cuando ello sea posible, de las causas determinantes del stress, suele resultar la mejor terapeutica.
Otra cosa es el trastorno psicosocial que la infertilidad genera a quienes la padecen. Es por ello que los especialistas en infertilidad deben actuar no solo como reproductólogos sino también como psicólogos, o bien trabajar (idealmente) en forma interdisciplinaria, incluyendo profesionales de la salud mental y social en su equipo terapéutico.
El interrogatorio médico inicial de la pareja infértil, requiere obligatoriamente indagar en las cuestiones vinculares, en especial todo aquello relacionado a la sexualidad de la pareja (calidad de la actividad sexual, satisfacción o insatisfacción en la misma, frecuencia de las relaciones sexuales, ámbito en las que se las realiza, etc.).
Todos conocemos el caso de una pareja que logró el primer embarazo espontánea y naturalmente a poco de haber fracasado en un intento – o más – de fertilización in vitro, o luego de adoptar a un bebé. Desde el punto de vista estrictamente médico y psicológico, no hay a la fecha un indicador que pueda asegurar que el embarazo antes no se lograba por bloqueos psicoemocionales o relacionales.